BIENVENIDOS AL BLOG CON LOS APUNTES DE LIBÉLULA desde el 18 de enero de 2009


BIENVENIDOS AL BLOG CON LOS APUNTES DE LIBÉLULA INICIADO EL 18-01-09


EL
18 DE ENERO DE 2009 COMENCÉ A POSTEAR LOS EJERCICIOS REALIZADOS EN EL TALLER LITERARIO DE *EL CLUB DE LOS POETAS VIVOS*, UN GRUPO DE MSN, QUE ME QUEDARON DE RECUERDO DE AQUELLA ÉPOCA INOLVIDABLE, MUY CREATIVA Y DE GRAN AMISTAD.

Después de publicar los ejercicios literarios, me dediqué a postear textos que me interesaron por su contenido sobre diversos temas humanísticos.

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lunes, 22 de diciembre de 2014

113. Capilla de Rodríguez (1662) versus Villa Ascasubi (1889)



http://huellasdelavilla.blogspot.com.ar/

Villa Ascasubi (1889-2010) celebró 121 años, aunque sus orígenes se remontarían a 1662

El pasado 25 de septiembre de 2010, el pueblo cumplió 121 años desde que su denominación pasó a ser Villa Ascasubi. Sin embargo, fuentes documentales testifican la existencia de una capilla y de habitantes en esta zona en 1662, por lejos, la más longeva de la región. Remodelada por Juan Francisco Rodríguez, entre 1727 y 1728 la población pasó a llamarse Capilla de Rodríguez.

 La historia de Villa Ascasubi encuentra sus primeros archivos documentales en el siglo XVI, de acuerdo a una exhaustiva investigación realizada por el historiador y ex intendente de la localidad, José Alberto Suescun -ya fallecido-, aunque el pasado 25 de septiembre la población celebró recién el 121º aniversario.
 Si bien Suescun no alcanzó a publicar ningún libro aunque sí un capítulo en la recopilación En el tiempo (editada por Bellvigraf y publicada en 1998), encontró fuentes documentales de enorme trascendencia para conocer el origen de Villa Ascasubi.
 Según esa información, Villa Ascasubi surge para la historia europea como Capilla de Rodríguez en la segunda mitad del siglo XVI, recostada sobre el margen sur del río Ctalamochita.
 Se cuenta en los libros de historia que en 1585, una extensa área donde se ubica actualmente Villa Ascasubi fue entregada a Juan Rodríguez, un colaborador de Jerónimo Luis de Cabrera, quien había fundado Córdoba en 1573.
 Décadas más tarde, uno de sus descendientes, Francisco Rodríguez Cordero, impulsaría la construcción de una capilla sobre la margen norte del por entonces caudaloso río Ctalamochita.
 Los datos históricos que pudo recopilar
Suescun dicen que por el 1660 ya estaba en pie esa capilla. Se supone que desde esa fecha el lugar se comenzó a denominar Capilla de Rodríguez.

El descubrimiento del río Tercero
 En el citado libro, Suescun menciona que el descubrimiento del río Tercero por un puñado de españoles se realizó al mando de Francisco César, en 1528. La expedición de César fue penetrando por el río de la Plata, Paraná y Carcarañá, hasta arribar al río Tercero. Tres de sus expedicionarios desaparecieron, dos murieron y uno retornó al Alto Perú.
 En 1545, una fuerte columna española, a las órdenes del capitán Francisco Mendoza, arribó a la margen izquierda de un gran río, que bautizaron Amazonas (hoy Tercero). Diego de Rojas había explorado la región en 1542, pero murió en un encuentro con los indios en Santiago del Estero, según Suescun, motivo por el cual asumió su lugar el capitán Mendoza.
 “Mendoza llevó a sus compañeros hasta ese río Amazonas, donde levantaron un Asiento Real o Pucará, designado después Malaventura, situado cerca de las nacientes”, agrega el historiador en la obra. “Desde ese lugar, el capitán resolvió salir a explorar al este hasta el río de la Plata (Paraná) en busca de los españoles”, añade luego.
 En el Real, Mendoza dejó a 70 de sus soldados al mando del capitán Nicolás Heredia y, con un centenar de hombres, cruzó la costa sur del río Tercero y avanzó 400 kilómetros, por donde más tarde se alzarían Villa María, Cárcano, Fraile Muerto (hoy Bell Ville), Tres Cruces y Saladillo. A la vera de Cruz Alta, entró en el actual territorio de la provincia de Santa Fe y, siguiendo el Carcarañá, enderezó hasta los cañadones del río Paraná y acampó en el Fuerte Sancti Spíritu. Mientras duró su ausencia, los comechingones, en 30 días, asaltaron cuatro veces el reducto del Real. Los 70 defensores no tuvieron hora de descanso para contener a los aborígenes, motivo por el cual, ante tanta desesperación, designaron al lugar Malaventura.

La fundación de Córdoba
 Posteriormente, el 20 de septiembre de 1571, Jerónimo Luis de Cabrera fue designado “Gobernador y capitán general de las provincias de Tucumán, Juríes y Diaguitas por don Francisco de Toledo, virrey del Perú”, y tomó posesión de su cargo el 17 de julio de 1572. “La misión era poblar y fundar en el valle de Salta, en la parte y lugar que le pareciere mejor convenir, un pueblo de españoles”, prosigue Suescun. Jerónimo Luis de Cabrera emprendió viaje al sur y llegó a las márgenes del río Suquía el 24 de junio de 1573 y lo denominó río San Juan, por haberlo conocido el día de San Juan. “No obstante, en el acta de fundación dice río Suquía”, estipula el historiador.
 La ciudad de Córdoba fue fundada el 6 de julio de 1573 por el mismo Jerónimo Luis de Cabrera, quien luego emprendió una expedición con 40 soldados hacia el Paraná, pasando por este territorio, porque tenía anuencia del rey Felipe de España para fundar poblaciones hasta el Paraná. En septiembre, fundó sobre el emplazamiento de Sancti Spíritu el puerto de San Luis de Córdoba, donde chocó con la expedición naviera de Juan de Garay, que venía remontando el Paraná para fundar un puerto. Tras este cruce, Garay fundó el 15 de noviembre de 1573 el Puerto de Santa Fe, retornó al sudeste y fundó la ciudad de Buenos Aires por segunda vez. En tanto, Cabrera retornó al oeste y refundó la ciudad de Córdoba. Posteriormente, Cabrera firmaría tres decretos con los cuales funda el libro de merced de tierras, le asegura tierras o lotes a sus soldados en Córdoba y crea el escudo de Córdoba.
 En 1585 se le concedió merced de tierras a Juan Rodríguez y en 1628, por Cédula Real, se crea la primera aduana seca en Pampayasta (Yucat).
 El historiador Raymundo Chaulot, en su artículo Capilla de Rodríguez es un símbolo de fe y muestra de la acción de los conquistadores, afirma: “El puerto de Buenos Aires, centro de las comunicaciones marítimas con España, determina el abandono definitivo del puerto de San Luis y la comunicación terrestre con el camino de la costa del río Tercero que, a su vez, se ramifica para Chile, Córdoba y Tucumán y sobre el que en 1628, establecióse la aduana seca de Córdoba sobre el paso Coronado en Pampayasta”. De esta forma, se podía apreciar “la gran importancia del río Tercero dentro de los principales acontecimientos de la conquista y de la ocupación, por ambas corrientes del río de Solís y del Perú, que dicha arteria ha conservado durante la colonia y se ha perpetuado hasta hoy dentro de la relatividad de los progresos nacionales”, de acuerdo a Chaulot.

La primera Capilla de Rodríguez
 “En 1660 se habría construido la primera Capilla de Rodríguez, no se cuenta con fecha cierta, pero sí tenemos documentos que dicen que el primer párroco de dicha capilla fue Francisco Benegas, que asumió en 1662 y estuvo hasta 1683”, escribe Suescun.
 Tras 11 años sin cura, en 1694 fue designado el padre Antonio Vélez y Herrera, que ejerció hasta 1723. Tras esta fecha, los historiadores coinciden en que la capilla debe haber sido destruida por los indios.

La reconstrucción
 El 21 de noviembre de 1678, se le concede merced de tierras al sargento Bartolomé Rodríguez en el lugar que los aborígenes llamaban Pugio y Choe.
 En 1699, el obispo de Tucumán, Fray Manuel Mercadillo, se dirige al soberano por carta fechada desde Córdoba solicitando la división del curato de los ríos Tercero y Cuarto (cuyo asiento era entonces La Cruz de Calamuchita), la provisión de más sacerdotes y la fundación de capillas y pueblos.
 En 1728, siempre siguiendo la obra publicada por Suescun, el obispo diocesano Juan Sarricolea y Olea autorizó a Juan Francisco Rodríguez a levantar nuevamente sobre la banda norte del río Tercero, en los mismos cimientos de la anterior capilla, la nueva, dedicada a Nuestra Señora de la Concepción. Comprendía: por el poniente, El Salto del río en el carril de las tropas que iban a Mendoza y Chile; por el naciente, la casa del teniente Sánchez (hoy Villa María y Villa Nueva), que comprende la extensión de 18 leguas sobre la costa del río quedando por anexos al norte la cañada del gobernador y la capilla de los puestos de Ferreyra; y por el sur, la cañada de Lucas y la Capilla de Punta del Agua, distante una de otra 12 leguas de la Parroquia.
 En 1730 asumió como cura de la Parroquia de Capilla de Rodríguez Antonio Suárez de Cabrera, quien se mantuvo en el lugar hasta 1745.
 A mediados de 1772, el Curato de Río Tercero fue dividido por la creación del Curato del Tercero Arriba, que tenía como sede a Capilla de Rodríguez y como patrona a la Inmaculada Concepción.
 En 1777, 32 años después de la partida de Antonio Suárez de Cabrera, asume un nuevo párroco: Domingo Guerrero, quien estuvo hasta 1784. Durante su administración, se anotaron las partidas de nacimiento, matrimonios y defunciones que aún se conservan en esta Parroquia.
 El único cementerio que existía en esta amplia región era alrededor de Capilla de Rodríguez, donde no existían nichos ni panteones. Al párroco Guerrero lo sucedieron Juan Francisco Crisma (1784-1788), Tomás Antonio Ferreyra (1788-1793), José Roque Baigorrí (1793-1803) y José Arrascaeta (1803-1805).

 Según cita Suescun, Monseñor Pablo de Cabrera, en su historia de Córdoba, afirma que el Presbítero Benito Lascano, que asumió en 1805 (estuvo hasta 1809), “realizó una expedición a las tolderías de indios ranqueles, de donde trajo a Concepción Vera, cautiva del Azul, y varias familias indígenas que ubicó como a cinco cuadras al oeste de Capilla de Rodríguez. Al poco tiempo, esos indios fueron atacados por la viruela y murieron todos, excepto la hija de Concepción Vera, casada con el cacique Benavídez, y sus ocho hijos; posteriormente, Benito Lascano realizó nuevas incursiones y, con 50 familias de indios convertidos al catolicismo, fundó la población de Capilla de Rodríguez en torno a la Capilla de la Inmaculada Concepción”. A Benito Lascano lo sucedieron Victorino Lascano (1809-1815) y Francisco Javier Ibarra (1815-1816).

Acto masivo en la plaza central, 9 de Julio de 1920

El sello de Viera
 El párroco Pedro Isidoro Viera (1817-1831) rehizo el 1º de julio de 1820 el libro de matrimonios destruido por enemigos del orden llamados montoneros. Durante su gestión, además, se cumplió el primer centenario de la creación de la Capilla de Rodríguez.

Escuela primaria en Pampayasta
 El general José María Paz creó la primera escuela primaria en Pampayasta en 1828. El historiador Chaulot explica que ese tipo de actitudes no era de extrañar en los hombres de aquella época. “Maestro de profundas convicciones, sostiene solo y con grandes sacrificios, durante varios años, el pabellón de la escuela en Tercero Arriba”, menciona en su artículo.

La Capilla, en ruinas
 En 1888, Marcos Molina se hace cargo de la capilla, que se hallaba en estado ruinoso.
 Suescun cita nuevamente a Chaulot: “Una comisión prestigiada por el párroco, el doctor Tomás Garzón y don Dolores Vergara encara la construcción de una iglesia y comienza a arbitrar los fondos”.
 Y continúa: “Cooperaron todos los vecinos, unos dieron los terrenos, otros contribuyeron con especies y dinero. Duró seis años la edificación diciéndose misa en la sacristía, desde 1893, hasta que se inauguró el templo en 1898, siendo todavía cura don Marcos Molina”.

Las ruinas de la capilla y José Alberto Suescun

El cambio de denominación
 En 1889, el gobernador de Córdoba, Marcos Juárez, por decreto del 25 de septiembre, cambió el nombre del pueblo de Capilla de Rodríguez por el de Villa Ascasubi, en homenaje al poeta y militar Coronel Hilario Ascasubi. Los terrenos donde fue emplazado el nuevo pueblo fueron donados por don Doroteo Agüero, don Antonio Branca y Facundo Ortiz. El ingeniero agrimensor Nicolás Fernández Ponce fue quien actuó en la delimitación de estos terrenos.
 En el libro Centenario de Villa Ascasubi, publicado en 1989, el ya fallecido escritor José Amaya señala: “De este cambio de nombre de un pueblo que tenía más de 200 años, nos preguntamos: ¿fue justicia? ¿Fue política? ¿Acaso don Hilario Ascasubi hizo algo en este pueblo que justificara dicho cambio? Queda a consideración del lector la actitud tomada por el gobernador”.

La decadencia de la capilla
 En 1893 comenzaría la construcción del nuevo templo parroquial, inaugurado en 1898. “Pero le faltaban el piso, el revoque y el campanario, por lo que definitivamente se finalizó en 1901", expresó Suescun en una nota publicada por Tribuna el 20 de septiembre de 2003.
 Cuando en 1910 se inauguró la casa parroquial en la nueva iglesia, la Capilla de Rodríguez quedó abandonada. No se conoce en qué década del siglo XX esa capilla fue destruida ya no por malones de aborígenes, sino por habitantes del pueblo que usaron sus ladrillos para levantar sus viviendas.

La historia latente
 Suescun añoró reconstruir una copia de la antigua Capilla de Rodríguez, aunque no pudo finalizar su obra.
 Por otra parte, el peso de la historia late en los oyentes de la radio local, que el 1º de junio de 1992 se constituyó bajo el nombre de Radio Capilla de Rodríguez.

Una deuda con la historia
 Por razones de espacio, las historias de la construcción del puente viejo, la llegada de los servicios de electricidad, agua corriente y gas, y otras obras que marcaron un antes y un después en estos 121 años de nuestro pueblo, serán publicadas en futuras ediciones de la revista.




domingo, 21 de diciembre de 2014

112. Capilla de Rodríguez origen de Villa Ascasubi, prov. de Córdoba, Argentina (historia)

http://www.capillasytemplos.com.ar/villaascasubi-iconcepcion.htm



PARROQUIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN, VILLA ASCASUBI
Cuando el nieto recordaba a su abuelo Don Juan Rodríguez Juárez (o Xuárez) lo describía como uno de “... los primeros descubridores, conquistadores y pobladores ... con mucho lustre de su persona”.
Juan era un joven de unos 18 años cuando, allá por mediados de los años 40 del siglo XVI, se lo ubicaba en Centroamérica. En el lapso de un par de años su vida atravesó una sucesión de vicisitudes donde no faltaron aventuras, viajes y batallas. Es así que, hacia 1550, ya había estado en Perú acompañando al Licenciado La Gasca para recalar luego en lo que, con el tiempo, se convertiría en la Gobernación de Tucumán; en este caso, junto al expedicionario Juan Núñez de Prado.
Durante esta última etapa conforma pareja con Catalina hija de Gonzalo Sánchez Garzón, integrante del contingente.
El hecho que supiese leer y escribir significaba, para la época, un rasgo distintivo de su persona. Estas condiciones especiales lo hicieron imprescindible al momento de asignarle actividades administrativas o políticas; sin que esto signifique dejar a un lado todo aquello propio de lo militar y expedicionario; por el contrario, las dos facetas se combinaban y potenciaban permanentemente.
Su biografía se fue nutriendo de hechos relevantes: fue parte de las tres fundaciones de El Barco aportando su preparación en tareas que involucraban remates y sucesiones; hacia 1553 se sumó al nuevo asentamiento conocido como Santiago del Estero cumpliendo, bajo la tutela del Virrey de Perú, actividades como Regidor, Alguacil Mayor y Procurador General. En su rol de encomendero actuó como mediador con los aborígenes con el objetivo, por vía pacífica o armada, de integrar o neutralizar a los habitantes del lugar. Este proceso de ingreso en los territorios ocupados por los pobladores naturales incluía la creación de pequeñas poblaciones; es así como, bajo estas pautas, Don Juan Rodríguez Suárez comparte la expedición que da vida a San Miguel del Tucumán, bajo la iniciativa de quien conducía la expedición, Don Diego de Villaroel.

Pasaron los años y su destino se cruzaría con Jerónimo Luis de Cabrera quien había dejado Perú en 1571 para asumir, por designio del Virrey Don Francisco de Toledo, la tarea de “... poblar y fundar un pueblo de españoles para que, desde Perú, se pudiese ingresar a mercadear a las provincias del sur sin riesgo ni peligro”. La zona sugerida para este objetivo era el Valle de Salta; sin embargo, al dejar atrás Potosí hacia 1572, Cabrera opta por seguir los consejos del fundador de Santiago del Estero, Don Francisco de Aguirre, que lo alentaba a dirigir sus pasos más hacia el sur con la ambiciosa esperanza de descubrir la Ciudad de los Césares y sus riquezas de plata y oro.
El ingreso de dicho contingente formado por un centenar de hombres y del que Juan Rodríguez Juárez formaba parte se produce, a lo que hoy conocemos como provincia de Córdoba, en 1573. Difieren las versiones sobre el camino recorrido, hay quienes lo hacen coincidir con la actual Ruta Nacional 9 y hay otros que aseguran que lo hicieron por el Valle de Punilla.
Al margen de estas discrepancias el hecho concluyente es que ingresaron al corazón mismo de las tierras de los Comechingones; siendo los het su étnia más significativa para aquellos años.
De estas comunidades ya había un interesante conocimiento como consecuencia de las distintas expediciones y relevamientos encomendados por el fundador de Santiago del Estero (Don Francisco de Aguirre).  Si bien estos encuentros quedaron documentados como primeros testimonios, esto no invalida que se hace razonable suponer que otros aventureros ya habían tenido contacto con los comechingones hacia las primeras décadas del siglo XVI; por ejemplo: el Capitán Francisco César que, cumpliendo con una misión de Gaboto, partió del fuerte Sancti Spiritu y remontó el río Carcarañá o las incursiones por el norte de la actual provincia de Córdoba del Capitán Diego de Rojas hacia principios de 1540 o la expedición inmediata posterior de uno de sus hombres, el Capitán Francisco Mendoza, quien poniendo destino al sur se encuentra con el actual Río Tercero para luego virar hacia el este para terminar encontrándose con el hoy conocido como Río Paraná o la experiencia del Capitán Francisco de Villagra quien atraviesa, hacia 1550, todo el territorio comechingón de norte a sur para luego dirigir sus pasos hacia el oeste con destino a Chile.
Volviendo a la marcha de Jerónimo Luis de Cabrera y sus hombres vemos que, el 24 de junio de 1573, el grupo se detiene frente a un río al que denominan San Juan para luego fundar, el 6 de julio junto a sus costas y en un paraje que los nativos identificaban como Quisquisacate, la ciudad de Córdoba de Nueva Andalucía.
El Escribano Real Francisco de Torres dejaría constancia del hecho a través de la consabida Acta. Los testigos de aquellos sucesos se verán beneficiados, en los años siguientes, por la usual política de distribución de aquellas tierras que se iban conquistando. De hecho, basta con efectuar una detenida enumeración de los nombres para poder identificarlos como parte indisoluble de la génesis histórica del nacimiento de los pueblos de toda la provincia. Son ellos, entre otros: Blas de Rosales, Tristán de Tejeda, Bartolomé Jaimes, Luis de Abreu, Antón Berrú, etc. Entre ellos, como dijimos, estaba Juan Rodríguez Juárez quien se hará acreedor, hacia 1585 y en carácter de merced, de las tierras donde actualmente encontramos a Villa Ascasubi.
Estas regiones bañadas por el río Ctalamochita fueron transitadas y asumidas como conquistadas bajo la guía del mismo Don Jerónimo Luis de Cabrera en su camino hacia el Río Paraná.
En su avance hacia el sur el conquistador numeraba de modo correlativo los caudalosos ríos que volcaban sus aguas de oeste a este; así tenemos el Primero, Segundo, Tercero, etc. Al encontrarse con el Ctalamochita (Tercero) decide acompañarlo río abajo, lo ve nutrirse con las aguas del Chocancharava (Cuarto) para luego, como Carcarañá, admirarlo ante su fusión con el Paraná. Será aquí donde decide fundar el Puerto de San Luis en cercanías de donde se ubicaba el derruído fuerte de Sancti Spiritu (erigido en 1527 por Sebastián Gaboto en la confluencia del río Carcarañá con el Coronda). Esta decisión le genera la inquina de Don Juan de Garay quien opta por fundar el Puerto de Santa Fe y litiga frente a la Justicia de Charcas la que resuelve a favor del futuro segundo fundador de Buenos Aires.
Cabrera regresa y refunda Córdoba de Nueva Andalucía.

Los años pasan y el destino de cada uno de los personajes que acompañaron en esta aventura a Don Jerónimo Luis de Cabrera se ven afectados por los alineamientos que fueron tomando frente a los distintos y cambiantes sectores de poder; es así que algunos se vieron beneficiados con el correr de los años y otros sufrieron las peores de las persecuciones, cárceles y muertes. En este último grupo estaba Juan Rodríguez Juárez  quien, de resultas de sus desavenencias irreconciliables con el Gobernador Hernando de Lerma, cayó en desgracia salvando milagrosamente su vida al asilarse en un convento.
Sus tierras, muchos años después y tan solo en parte, fueron recuperadas por sus descendientes.
En los primeros años del siglo XVII, un hecho clave le otorga especial relevancia a la zona: el rey de España procede a emitir una Cédula que pone en funcionamiento el Puerto Seco de Pampayasta devenido, por entonces, en pequeño asentamiento español. Un impuesto (almojarifazgo), equivalente al 50% del valor de las mercancías, se aplicaba al movimiento de los bienes que necesariamente pasaban por el lugar procedentes de los puertos fluviales tras transitar por precarios caminos los que, una vez alcanzada la Aduana, optaban por continuar hacia el norte en procura de Perú o con destino oeste en dirección a Chile.
En relación a esta significativa circunstancia, el historiador Raymundo Chaulot expresa: “El puerto de Buenos Aires, centro de las comunicaciones marítimas con España, determina el abandono definitivo del puerto de San Luis y la comunicación terrestre con el camino de la costa del río Tercero que, a su vez, se ramifica para Chile, Córdoba y Tucumán y sobre el que en 1628, se estableció la aduana seca de Córdoba sobre el paso Coronado en Pampayasta”. De este modo es razonable concluir en “la gran importancia del río Tercero dentro de los principales acontecimientos de la conquista y de la ocupación, por ambas corrientes del río de Solís y del Perú, que dicha arteria ha conservado durante la colonia y se ha perpetuado hasta hoy dentro de la relatividad de los progresos nacionales.”

Aún cuando no hay precisiones sobre la fecha exacta de su construcción así como de sus características (seguramente no diferirían de las usuales de la época donde predominaba la piedra, el adobe y los techos de paja) se cree que por esos años ya existía un precario oratorio tal vez erigido por el mismo Don Juan Rodríguez Juárez o alguno de sus inmediatos descendientes. Se sustenta esta conclusión en el hecho que durante la segunda mitad del siglo XVII (desde 1662 hasta 1683) el Presbítero Francisco Benegas cumplió tareas de evangelización a lo largo del Río Ctalamochita, más precisamente en una Capilla que ya se identificaba como “de Rodríguez”.
A fines del siglo XVII, el Obispo de Tucumán Fray Manuel Mercadillo impulsa la división de los curatos de los Ríos Tercero y Cuarto. Esta medida es acompañada con la proliferación de nuevas poblaciones y capillas y por ende la asignación de mayor número de sacerdotes en dicha zona.
Ya entrando al siglo XVIII, el Presbítero Antonio Vélez Herrera se hará cargo del Oratorio durante el período 1694 - 1723. Entre este último año y 1727 (siguiente mojón histórico) se intuye que la precaria edificación fue destruída seguramente por los indios.
La permanente e inevitable puja entre españoles y nativos devenía en permanentes conflictos algunos de los cuales eran decididamente sangrientos. Un relato elaborado por el sacerdote Antonio Suárez de Cabrera da cuenta que “... el 26 de junio de 1724 vinieron más de 300 indios matando al Sargento Mayor Juan de Piñero y 40 de sus soldados a unos 25 leguas de la parroquia, con cuya noticia se fue este declarante con el designio de dar a sus cuerpos cristiana sepultura.”
Será durante 1727 que, documentación fehaciente mediante, se acredita una nueva construcción religiosa sobre la banda norte del Río Ctalamochita.
La nueva Capilla, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, sustituta del anterior oratorio y asentada sobre las ruinas del mismo, será erigida por Don Juan Francisco Rodríguez Cordero sobre el que no hay certeza plena que sea descendiente de los Rodríguez Juárez aun cuando ésto no tiene porque ser totalmente descartado. La Capilla incluía cementerio “sin panteones ni nichos” (en años recientes, producto de una excavación para tender una red de agua se detectaron restos óseos humanos al frente de las ruinas de la vieja Capilla).
El primer será el sacerdote Antonio Suárez Cabrera entre los años 1730 y 1745.

Este proyecto es impulsado por el entonces Obispo de la Provincia del Tucumán y en el futuro de Santiago de Chile, Don Juan Sarricolea y Olea quien era secular de origen peruano. La influencia para la época y para la zona de dicho Obispo era significativa. De hecho fue el responsable, en 1727, de conceder las indulgencias a indios y esclavos permitiéndoles orar dentro de la nave principal de las iglesias. Será también el artífice de instaurar el Balcón Tribuna el que, ubicado a varios metros de altura sobre la contrasacristía y con vista directa al altar, será el espacio que ocuparán los jesuítas para asistir a las ceremonias religiosas sin tomar contacto directo con la plebe.
A principios de 1770 se produce una división del Curato de Río Tercero en dos partes. Será el Deán Antonio González Pavón quien designará a la Capilla de Rodríguez como asiento del Curato de Río Tercero Arriba. Serán sus límites territoriales los descriptos por el Párroco Domingo Guerrero en un informe datado en 1793 y que reproduce lo siguiente: “... por el poniente, el Salto del Río (se refiere a la zona de la actual Almafuerte) en el carril de las tropas a Mendoza y por el naciente la casa correspondiente al Teniente Sánchez lo que significa una extensión de unas 18 leguas a lo largo de la costa del río. Hacia el noreste encuentra límite en la Capilla del Puesto de Ferreyra y la Cañada del Gobernador mientras que hacia el sur se extenderá hasta la Capilla de Punta del Agua y la Cañada de Lucas; siendo la distancia total de unas 12 leguas”.

En 1796, un censo de todo el Curato documentaría la presencia de poco más de 1000 habitantes en toda la región; siendo 68 las familias que habitaban en las inmediaciones de la Capilla de Rodríguez convirtiéndose, para la época, en el territorio más poblado de la zona; al punto que esta comunidad casi triplicaba a los vecinos relevados en El Salto (actual Almafuerte).
La historia de la zona cobra impulso durante la primera década del siglo XIX. El Presbítero Benito Lascano, con sus jóvenes 27 años, es designado a cargo del Curato de Río Tercero Arriba. El sacerdote había nacido en Santiago del Estero en 1778 y se convertiría, con el tiempo, en un referente significativo de la historia cordobesa y de las disputas entre federales y unitarios. En sus casi 60 años de vida ocupó cargos relevantes en la Universidad de Córdoba apostando, desde lo político, a la cercanía con Juan Bautista Bustos y Facundo Quiroga en clara oposición a Paz. Será Lascano quien fomentará la radicación poblacional en la zona. Según los relatos de la época comparte expediciones hacia las tierras de las poblaciones indígenas del sur tomando a medio centenar de familias "convertidas" las que son asentadas en torno a la Inmaculada Concepción. Entre ellas, una cautiva de Azul conocida como Concepción Vera ocupará el centro del relato fundacional del pueblo. Una epidemia de viruela arrasará con la mayoría de aquel primer grupo humano; unos pocos sobrevivirán, entre ellos la hija de Concepción quien junto al Cacique Benavidez y sus ocho hijos serán la base para el definitivo nacimiento de la localidad de Capilla de Rodríguez.
En paralelo a estos acontecimientos, un turbulento clima se vivía en Buenos Aires como consecuencia de las invasiones perpetradas, en 1806 y 1807, por los ingleses. La resistencia a ambos intentos traducidos en triunfos sobre las tropas de ocupación generaron numerosos prisioneros los que, en algunos casos, fueron trasladados a la provincia de Córdoba; de hecho, los encontramos en la zona de Copacabana hacia el norte o en la Estancia de San Ignacio en tierras próximas a la actual Santa Rosa de Calamuchita. Hacia este último destino y cumpliendo lo que hoy definiríamos como "libertad condicional" es enviado Alexander Gillespie quien escribe un diario de viaje el que será volcado a libro varios años después a su vuelta a Inglaterra.
De dicho texto, conocido como “Buenos Aires y el Interior” y según su visión, extraemos que Capilla de los Rodríguez es un “... interesante pueblito ...” donde sobresalía una “... hermosa iglesia ...” dentro de un paisaje con “... una capa de arena cubierta de matorral y con pasto desagradable para alimentar a caballos y bueyes ...”, con apreciable abundancia de “... cabras salvajes sentadas y liebres entre las grietas de las rocas ...”, con alguna nevada, víboras cascabel y pumas “... de color pardo oscuro, miembros fuertes y cabezas ni afelpadas ni anchas, que se guarecen en los matorrales y que felizmente para la humanidad, son tímidos a la proximidad del hombre y de resistencia débil ...”.
Dentro de los datos aislados que se disponen y apuntando a completar los espacios del proceso histórico que lucen vacíos, es valioso mencionar  el hecho que el Párroco Isidoro Viera (1817-1831) procede, con fecha 1 de julio de 1820, a la recuperación del destruido libro de matrimonios.

El tránsito a través del siglo XIX se expone vívido y descarnado: los procesos independistas y las luchas emancipadoras, los vaivenes políticos y las distintas visiones de país con sus consiguientes pujas por el poder, las guerras fratricidas acompañadas del desprecio por la vida del vencido, el exterminio del indio; en fin, un proceso de construcción de país que alcanzará una especie de diseño definitivo recién a finales de aquella centuria el que, de modo simple, se lo podría sintetizar en un esquema de tipo agro exportador donde la riqueza quedaría controlada por tan solo una minoría selecta en desmedro de una amplía mayoría sumida en la pobreza.
Languidecía el siglo XIX y el Ingeniero Agrimensor Nicolás Fernández Ponce en cumplimiento por lo pautado por Decreto del Gobernador Márcos Juárez de fecha 25 de setiembre de 1889 efectúa la delimitación y demarcado del Pueblo sobre terrenos cedidos por los vecinos Doroteo Agüero, Facundo Ortíz y Antonio Branca. El nuevo esquema poblacional asumirá desde ese día y por decisión del Gobernador el nombre de Hilario Ascasubi en recuerdo al poeta y militar fallecido 14 años antes. No se conocen las razones que llevaron a Juárez a efectuar dicha elección, de hecho no las dejó documentadas; sin embargo, la respuesta podría hallarse simplemente en el ideario político del escritor con el que, con seguridad, comulgaban tanto el Gobernador como los sectores del poder de la época.
En 1890 se radica el único Registro Civil de la zona quedando a cargo de Salvador Sarrallada; será en el mismo donde, un 4 de enero de aquel año, se inscribe el primer nacimiento producido: se trata de Segundo Isaac Farías.
Conjuntamente al proyecto poblacional el Presbítero Marcos Molina, quien se había hecho cargo de la vieja Capilla de Rodríguez tan solo un año antes, impulsa la construcción de una nueva Iglesia en reemplazo de la actual que se exhibía en estado ruinoso y terminal. A poco de asumir ya había elevado una solicitud escrita a la Diócesis que recibió como respuesta: “... se resuelve la traslación de la Iglesia Parroquial denominada Capilla de Rodríguez a otro punto que no diste más de cinco cuadras del sitio donde se halla ubicada la actual ...”.


Única imagen fotográfica de la Capilla de Rodríguez (principios del siglo XX)

El texto habilita al sacerdote a arbitrar los mecanismos necesarios para convocar a “prestigiosos” vecinos de modo de conformar las comisiones necesarias que se ocupen de recaudar y administrar los fondos necesarios para solventar el proyecto.
Según Raymundo Chaulot esta Comisión se verá integrada, entre otros, por el Párroco, el Dr. Tomás Garzón y Dolores Vergara cooperando “... todos los vecinos, unos dando los terrenos, otros contribuyendo con especies y dinero.”
A fines de 1889, a tan solo trescientos metros de la antigua Capilla, las obras de los cimientos estaban en pleno proceso de ejecución. Los trabajos demandarían casi una década.
Con significativos faltantes de terminación será Monseñor Reginaldo Toro quien, acompañado por el repicar de las campanas de la vieja Capilla ahora instaladas en la nueva, la bendecirá en 1898 y la habilitará a los creyentes.
Raymundo Chaulot consigna que, desde 1893, se “... decía misa en la sacristía ... hasta que se inauguró el templo en 1898, siendo todavía cura don Marcos Molina.”


1898, Iglesia nueva


Durante los primeros años del siglo XX el Presbítero José R. Benard (con actividad previa en Tulumba) es designado al frente de la Parroquia el 17 de julio de 1906 convirtiéndose en el gestor de concretar las terminaciones.
El sacerdote había nacido en Chilecito (La Rioja) un 19 de mayo de 1881.
Bajo su gestión, se colocan los pisos, se construye la sacristía, se actualizan los altares con nuevas imágenes y revestimientos en mármol, se incorporan mobiliarios, vitreauxs, iluminación, estatuas y órgano.

El Presbítero José R. Benard rodeado de vecinos

Paralelamente a esta gestión otras Capillas son erigidas por el impulso de José Benard en la zona, son éstas: San José de Pampayasta Norte, Nuestra Señora de Lourdes en Río Tercero y Santa Rosa en Colonia Almada.
La muerte lo encuentra en Villa Ascasubi el 14 de julio de 1957.


Finalmente, un 25 de mayo de 1910 se inaugura la Casa Parroquial erigida a la izquierda del templo.
En paralelo a este proceso la población daba cuenta de la vieja Capilla la que iba siendo deshecha por los mismos vecinos de la Villa en procura de sus ladrillos de modo de destinarlos a la construcción de sus propias viviendas.

Foto de 1916

Antes de la reciente restauración


Proyecto de construcción de la réplica de la Capilla de Rodríguez:
Será el ya fallecido y varias veces Intendente e Historiador Don José Alberto Suescun quien, en su momento, impulsó la edificación de una réplica de la Capilla de Rodríguez tal como se desprende de sus propias palabras: “... pedí intervención a la dirección de Historia de la Provincia y se realizaron los planos. Levantamos lo que era la sacristía con los ladrillos del mismo tamaño a los utilizados para la segunda construcción”.

En la actualidad, el Intendente Fernando Salvi, realiza gestiones para lograr completar aquel proyecto de Suescun considerándolo como “... el mejor homenaje que podríamos brindarle a este hombre que recuperó la historia del pueblo.”
El objetivo no solo es el de completar la réplica sino también el crear un Museo que preserve la historia del Pueblo y de la región.

Imágenes de las ruinas de la Capilla, de las tareas de recuperación 
y del ex Intendente e Historiador Don José Alberto Suescun


UNA NOCHE JUNTO AL RIO CTALAMOCHITA
Un vestigio de brasas iluminaba la escena; sobre ellas, una pava teñida de negro hollín mantenía agua a su temperatura justa.
Al morocho la ancha nariz le llovía sobre el labio superior haciendo que éste fuese invisible a la vista. Su rostro dibujaba sol y tierra roja propios de los áridos riojanos, vestía saltones ojos negros que se encendían con los brillos y chispas del fuego; su barba crespa y mal afeitada lucía un vacío junto a su oreja derecha donde una profunda cicatriz recordaba viejas batallas; un pañuelo rojo y engrasado sujetaba su pelo revuelto y enrulado. De entre sus dientes, teñidos de mal tabaco, emanó un ronco "¿gusta?" mientras su mano se estiraba invitando con un mate. Quiroga, sentado sobre una piedra, lo tomó y lo saboreó lentamente.
Al tiempo que el ronroneo del cercano río inundaba de sonido la noche, el General volcó su cuerpo hacia atrás, chupó una vez más del mate y mirando cansino al morocho, le preguntó: "¿te gusta estar acá?". No hubo respuesta, tan solo un movimiento de cabeza hacia ambos lados y una sonrisa que, traducida, significaba que si estaba ahí no era por lo lindo del lugar sino por confianza y fidelidad a su jefe, tan solo éso.
- ¿Estuvijte en la Capilla? - preguntó Quiroga, devolviendo el mate.
- Hoy temprano, he pedio que cuide mi prienda y mis gurises.
- ¿Y no li hai pedio por nuestra jortuna?
- ¿Y pá que? Usted a di saber que a Diosito no le cai bien que andemo despenando crestianos; tonce, ¿cómo le via´pedí a la madresita que mi ayude a pecar?

El General se levantó sombrío y caminó algunos pasos acercándose al río. Tomó algunas piedras y las fue arrojando a las aguas, las vio deshacerse y pensó que así será con  la vida de sus hombres, una a una ... incluso, como algún día, la de él mismo. Todas serán arrastradas por las turbulentas corrientes del gran río de la tragedia nacional.
En ese instante concluyó con que no tenía sentido ir a la Capilla.
Era mediados de febrero, el calor y los pensamientos se mezclaban en su mente junto con el recuerdo de su derrota, seis meses antes, en La Tablada. Tal vez hubiese sido mejor pactar con Paz y no llegar a esta situación; pero, bueno, la decisión estaba tomada y la última carta que le había escrito al unitario era por demás elocuente: “... estamos convencidos en pelear una sola vez, para no pelear toda la vida. Es indispensable ya que triunfe unos u otros, de manera que el partido feliz obligue al desgraciado a enterrar sus armas para siempre.”
El río Ctalamochita y la vecina Capilla de Rodríguez guardarán, por siempre, esas imágenes.
Por la mañana, muy temprano, emprendieron la marcha en dirección al norte donde los esperarían, en plena llanura de Oncativo y entre las lagunas Larga y del Infiernillo, las superiores fuerzas de Paz.
El caudillo riojano y sus diezmadas tropas lograrán huir de aquella aciaga jornada del 25 de febrero de 1830; las armas, a pesar de sus palabras, no serían enterradas por muchos años más.

"¡Qué de noticias traerás
-le dijo- de esos parajes!
Y ¿se aguantan los salvajes
Rivera y el manco Paz?

Nada te puedo contar
ahora, dijo la Arroyera,
pues se me anda la vedera
y ya me voy por echar."
Isidora - Hilario Ascasubi (Fragmento)


Datos complementarios
Hilario Ascasubi (1807 - 1875) fue un poeta argentino nacido el 14 de enero de 1807 en la actual ciudad de Bell Ville, provincia de Córdoba y falleció el 17 de noviembre de 1875 en la ciudad de Buenos Aires.
Su vida es síntesis de aventuras y pasiones sin límites. Aún siendo un niño y estando embarcado como grumete es apresado en Centro América y confinado a una cárcel de Portugal de donde logra huir e iniciar un largo vagar por Europa y Estados Unidos. Al regreso a su tierra aún muy jóven, recala en Salta haciéndose cargo de la imprenta jesuítica desde donde inicia su actividad de escritor y divulgador.
Su ideario político lo coloca como espada de Güemes y luego alineándose con Paz y Lavalle en contra de Rosas.
En la última etapa de su vida supo oficiar como funcionario en París en representación del gobierno de Mitre.
Como escritor se lo identifica como el referente obligado de la literatura gauchesca. A lo largo de su vida dirigió periódicos como “El gaucho en campaña” y “El gaucho Jacinto Cielo” dejando, además, una basta obra recopilada en tres tomos: “Paulino Lucero cantando o combatiendo contra los tiranos de la República Argentina y Oriental del Uruguay”, “Aniceto el Gallo” y “Santos Vega o Los mellizos de la flor”.



Fuentes de consulta:
TARQUINI, Fabián - RAMPOLDI, Patricia: “Inmaculada Concepción" de Villa Ascasubi - Civitatis Mariae. Historia de la Diócesis de Villa María - Galeón Editorial. Córdoba, Noviembre de 2008.
PEÑA, David  - “Juan Facundo Quiroga” - EMECE
AMAYA, José - “Centenario de Villa Ascasubi”
CHAULOT, Raymundo - “Capilla de Rodríguez es un símbolo de fe y muestra de la acción de los conquistadores”
Se agradece muy especialmente a Analía Suescun por facilitarnos material histórico recopilado por su padre (el varias veces Intendente e Historiador Don José Alberto Suescun) y editado por su hijo, Juan Manuel Ferreyra Suescun, para la revista “Huellas de la Villa”
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