BIENVENIDOS AL BLOG CON LOS APUNTES DE LIBÉLULA desde el 18 de enero de 2009


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EL
18 DE ENERO DE 2009 COMENCÉ A POSTEAR LOS EJERCICIOS REALIZADOS EN EL TALLER LITERARIO DE *EL CLUB DE LOS POETAS VIVOS*, UN GRUPO DE MSN, QUE ME QUEDARON DE RECUERDO DE AQUELLA ÉPOCA INOLVIDABLE, MUY CREATIVA Y DE GRAN AMISTAD.

Después de publicar los ejercicios literarios, me dediqué a postear textos que me interesaron por su contenido sobre diversos temas humanísticos.

SI ALGÚN VISITANTE OSADO QUIERE HACER LOS EJERCICIOS EN LOS COMENTARIOS, ME ENCANTARÁ COMENTARLO Y/O AGREGARLO.





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jueves, 25 de julio de 2013

89. Córdoba, la que mezcla el tiempo (Clarín.com del 28/01/01)

Clarín.com  »  Edición Domingo 28.01.2001  »  Zona  »  Córdoba, la que mezcla el tiempo
http://old.clarin.com/suplementos/zona/2001/01/28/z-00615.htm




LUGARES
Córdoba, la que mezcla el tiempo

Fundada en un acto de desobediencia. Crecida con una fuerte impronta conservadora y escenario de fuertes rebeliones. El centro de Córdoba es Patrimonio Histórico de la Humanidad y el pasado 2000 vivió una explosión de actividad cultural.

Por CARLOS DAMASO MARTINEZ. Escritor.
Recorrer las calles de la la ciudad de Córdoba es comprobar esa obvia certeza de que en las ciudades el tiempo no sólo transcurre. También se acumula, se desplaza y se superpone. El presente está allí y el pasado permanece, es visible. La simultaneidad de tiempos es palpable.

Hacia 1845, Sarmiento en el Facundo describía ciertas señas de identidad de Córdoba. Destacaba la presencia de un "bellísimo paseo" alrededor de un estanque rodeado de árboles y "encerrado bajo una reja de hierro forjado". Probablemente se refería al primer trazado de lo que hoy es el Paseo Sobremonte. La iglesia de la Compañía de Jesús y la Universidad, construida por los jesuitas entre 1600 y 1674, como la presencia de la catedral y otros conventos situados en pocas cuadras, le reafirmaban esa percepción inicial del paseo y le hacían ver a la ciudad entera como "un claustro encerrado entre barrancas". Para Sarmiento, Córdoba era una ciudad colonial que taponó sus oídos ante la Revolución de Mayo. Pero también para él, a partir de 1816 el "ilustrado y liberal Deán Funes" renovó los estudios universitarios y "la juventud cordobesa encaminó sus ideas por nuevas vías".

Esas primeras formas de la ciudad han sido siempre su centro histórico, uno de sus atractivos más ostensibles. Y en el presente, tal vez más que nunca, porque el año pasado la UNESCO declaró "Patrimonio Cultural de la Humanidad" a la manzana que reúne al templo de la Compañía de Jesús, la Universidad, el Colegio Monserrat y a las estancias jesuíticas situadas en el territorio provincial. Pocos años antes de la llegada de los misioneros de Ignacio de Loyola, la ciudad había sido creada por Jerónimo Luis de Cabrera, un 6 de julio de 1573, en un acto de arrojo y desobediencia. Cabrera por ese entonces era gobernador de Tucumán, una avanzada del virreinato del Perú.

Sin órdenes expresas dejó su puesto y se aventuró más hacia el sur, donde luego de luchar contra los indios comechingones, fundó, junto al río conocido por los indígenas como Suquía, un poblado que llamó Córdoba de la Nueva Andalucía. Por este hecho inconsulto fue ajusticiado un año después por orden del virrey.

Si alguien recorre hoy la ciudad puede comprobar que la arquitectura de su etapa fundacional —y la de los siglos XVII, XVIII y XIX—, alcanza a cubrir unas escasas manzanas y mantiene a grandes trazos ese perfil que observaba Sarmiento. No es casual que por la existencia de tantas iglesias y monasterios, uno de sus poetas locales más venerado, Arturo Capdevila, la llamó "la ciudad de las campanas".

Como todo espacio urbano, Córdoba tiene su plaza principal, el Cabildo y la Catedral. El monumento a San Martín en su centro (erigido hacia 1916) da el nombre a la plaza, cuyo primer trazado se remonta al año de 1577. A su alrededor, durante centurias, ha palpitado la vida pública cordobesa y se encuentran algunas casas de comercios y bancos, dos hoteles importantes (el Plaza y el que fuera el Palace), el Teatro Real, un par de confiterías y la entrada de una galería comercial. El antiguo Cabildo (terminado de construir a fines del siglo XVIII por el Marqués de Sobremonte) fue, durante mucho tiempo, la sede de la jefatura policial de la provincia y hasta hace algunos años se podían ver en su frontispicio las huellas de las metrallas de un duro combate durante la llamada "Revolución Libertadora", de 1955. Hoy es uno de los centros culturales más concurridos de la ciudad.

Entre el Cabildo y la Catedral está el pasaje Santa Catalina, una callecita empedrada que en la antigüedad fue lugar de fusilamientos y caballería policial, y durante la época de la dictadura militar, entrada furtiva de presos políticos que engrosaron las listas de desaparecidos.

La Catedral es sin duda el emblema de la arquitectura cordobesa. Si se la mira desde la plaza pueden contemplarse sus torres imponentes y la majestuosa cúpula. Se comenzó a construir en 1574 y se concluyó dos siglos después, lo que explica la superposición de estilos, esa mezcla de barroco y formas románicas.

También frente a la plaza, sobre la calle Rosario de Santa Fe, se conserva el Oratorio del Obispo Mercadillo, una angosta y singular construcción del siglo XVII. Actualmente restaurada, contrasta con la vecina modernidad del complejo arquitectónico del Centro Municipal de Exposiciones, inaugurado en 1980. Por este edificio, el Teatro Real y el Cabildo transcurre, entre otros espacios, la intensa actividad cultural que vive últimamente la ciudad.

Para quienes viven o han vivido muchos años en Córdoba, transitar por la antigua manzana de los jesuitas es tal vez un acto más. Es probable que para los alumnos del Colegio Monserrat, o para quienes alguna vez cursaron Derecho en las aulas del tradicional edificio de la Universidad, sea más difícil aún apreciar su valor histórico. Se hace necesario buscar el apropiado distanciamiento para afinar la percepción.

Las visitas guiadas que ofrece gratuitamente la Dirección de Promoción del Turismo se inician recorriendo la Iglesia de la Compañía de Jesús, el templo más antiguo de la Argentina, construido entre 1640 y 1671. En poco más de una hora es posible apreciar el diseño, los frisos, las capillas, el retablo y la originalidad de los techos de la cúpula y la bóveda de la nave, que fueron realizados por el jesuita Phillipe Lemair, a modo de una quilla de barco invertida, armada con maderas traídas del Paraguay. Gracias al trabajo de preservación histórica se hace visible la unidad espacial y funcional de la edificación jesuita, que reunía —e intercomunicaba— la Iglesia, el noviciado, el colegio, la residencia y la sede del provincialato de la orden. Contigua a la iglesia principal, hacia su derecha, se encuentra una capilla destinada a los indios y a los esclavos negros. Respetuosos de las estructuras de clase de la época, hacia el lado izquierdo del templo principal los curas habían construido otra capilla para los colonos españoles. En este espacio se levantó después el majestuoso Salón de Grados de la Universidad.

Hacia el centro de la manzana se encuentra la llamada Capilla Doméstica, erigida sobre una primitiva ermita. Se ha recuperado el antiguo acceso que comunicaba la Iglesia y estas capillas con el recinto de la Universidad, creada en 1613, lo que la convierte en la más antigua del país y en una de las primeras de América del Sur, y por la cual Córdoba adquirió el calificativo de La Docta. En su primer piso se encuentra la Biblioteca Mayor, que conserva una rica colección de incunables, y la biblioteca personal de Dalmacio Vélez Sársfield. Pueden contemplarse, además, unos 400 volúmenes de los libros de la biblioteca jesuita original, que retornaron desde Buenos Aires el año pasado.

Por otros pasillos y galerías se llega al Colegio Nacional de Monserrat, donde estudiaron algunas figuras ilustres como el Deán Gregorio Funes, Juan José Paso y el general José María Paz. Aunque hay otros alumnos menos venerables que hicieron historia, como el dictador del Paraguay, José Gaspar Rodríguez de Francia. Se sabe, y es leyenda ya, que por debajo del Colegio Monserrat se encuentra una de las entradas a los túneles que recorren el centro cordobés uniendo, como un sinuoso laberinto, iglesias y conventos. Sarmiento relata una breve anécdota de crueldad que ocurre en esas profundidades y que tiene como protagonista al por entonces estudiante y futuro dictador paraguayo, que Augusto Roa Bastos recrea en su famosa novela Yo, el supremo. Esos túneles fueron además noticia en épocas de violencia política y se llegó a hablar de que podrían haberse usado para colocar explosivos.

Córdoba se fundó en una hondonada, en el valle del Suquía, y en su desarrollo urbano fue adquiriendo una "topografía curiosa", como señala el historiador cordobés Roberto A. Ferrero. Por eso, durante muchos años, fue muy popular llamar a la ciudad simplemente "el pozo". Alguno de los intelectuales locales, como Alfredo Terzaga, ha preferido usar la metáfora del "embudo" y otros hasta la de "plato sopero". Daniel Moyano, escritor argentino que vivió su infancia en la provincia, empieza su novela Una luz muy lejana, destacando esta peculiaridad. "Desde los bordes —dice—, adonde le gustaba ir y sentarse durante horas para mirar, la ciudad parecía distinta.(...) Las iglesias, generalmente altas, parecían otras tantas fábricas despidiendo humo por sus chimeneas. La ciudad, además, tenía una aureola, como si fuese la cabeza de un gran santo".

Esta mirada de Moyano se corresponde con la Córdoba ya industrial de los años sesenta. Todavía hoy, si se llega por la ruta 9 se pueden contemplar, desde las barrancas del barrio Maipú, los vestigios de esa ciudad pozo. Pero como señala Ferrero, esa visión es ahora un anacronismo. La ciudad se ha extendido desde el centro del "pozo" hacia las barrancas que la rodean y es "un conglomerado cuyos confines no alcanza a percibir la mirada".

Hacia fines del siglo XIX, Córdoba no quedó al margen de los cambios producidos en el país. Vivió los avatares renovadores de la llegada del ferrocarril en l870, la fundación de la Academia de Ciencias y la construcción del Observatorio Astronómico. Sin embargo, recién empezaron a darse cambios urbanos más importantes entre 1910 y 1920, cuando se establecieron algunas industrias manufactureras y se produjo la Reforma Universitaria de 19l8. Protagonizada por los estudiantes, sus ideas de autonomía universitaria se extendieron por todas las universidades de la Argentina y Latinoamericana.

Durante la década del veinte las calles Colón y General Paz se hicieron avenidas, comenzaron a construirse nuevos barrios y la ciudad fue prolongándose hacia las barrancas que la rodeaban. Las denominaciones de barrios en "altos" y "bajos" tiene que ver con esta peculiaridad. Por ejemplo, Alta Córdoba, Alto Alberdi y Bajo General Paz. El Parque Sarmiento y el Zoológico se realizaron aprovechando una de las barrancas más altas.

El arroyo que cruzaba la ciudad, y continuamente se desbordaba, fue encauzado y se convirtió en ese canal de piedras blancas llamado la Cañada, quizás una de las marcas más claras de identidad urbana. Es una de las avenidas más bellas de la ciudad. Caminar bajo la sombra de las frondosas acacias que la bordean y asomarse de tanto en tanto para mirar el hilo de agua que la recorre, forma parte del placer del caminante. Así como la Cañada, un lugar especial de la ciudad es el Paseo Sobremonte. Aunque no conserva el lago al que alude Sarmiento, los añosos plátanos que lo conforman y los próximos edificios de Tribunales y la Municipalidad, contribuyen a afianzar su "aura" urbana.

Si bien hacia 1930 ya se habían creado la Fábrica Militar de Aviones y DINFIA, dos empresas estatales, con la instalación de la industria automotriz privada en los 50 es cuando la ciudad se moderniza y desarrolla. A los barrios de la burguesía y la clase media —como Nueva Córdoba, Cerro de las Rosas o Alta Córdoba—, se les van a ir sumando hacia la periferia, y cercanos a las fábricas, los barrios obreros.

La zona arquitectónica más europea y próxima al centro es Nueva Córdoba. En torno de la Plaza España se construyeron casas y edificios de estilo francés. Uno de los que se destaca es el Palacio Ferreira, realizado hacia 1916 para residencia. Se comenta que durante su estada en la ciudad vivió allí Lawrence Durrell.

Otro es el edificio del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, de la misma época, diseñado por el arquitecto Juan Kronfuss. En un predio cercano, en 1946 fue edificada la Ciudad Universitaria, por la Fundación Eva Perón.

Entre los barrios populares están San Vicente, famoso por sus carnavales y por la picaresca urbana que la dramaturgia cordobesa supo rescatar, y el Barrio Clínicas, territorio de pensiones de estudiantes provincianos y latinoamericanos, ubicado en la cercanía del Hospital de Clínicas. Como decía el ensayista José Aricó, Córdoba es una zona de fronteras. Y el Barrio Clínicas supo reunir estudiantes que venían de distintas fronteras. También fue el escenario de numerosas revueltas estudiantiles y lugar de mayor resistencia popular durante el Cordobazo, de 1969.

Córdoba tiene más de 1.300.000 habitantes y ha cambiado mucho. Es una ciudad moderna, tal vez la más importante del interior. Los estudiantes ya no habitan el Barrio Clínicas: los nuevos jóvenes que vienen a estudiar, se ubican ahora en confortables departamentos de Nueva Córdoba, un barrio que en una época reunía a familias de la clase media alta y ahora es zona también de restaurantes, y pubs.

En las últimas décadas hubo grandes transformaciones urbanas. En los 80 se remodelaron peatonales, calles del centro histórico, la Plaza España y otros paseos. Luego, en los 90, llegaron los shoppings, que no lograron reemplazar del todo a las tradicionales galerías del centro.

Durante estos últimos años, Córdoba tuvo también su gran artista. Antonio Seguí colocó sus monumentales esculturas ("El hombre urbano", "La mujer urbana" y "Los Niños Urbanos") en puntos estratégicos de la ciudad. También se sumaron las costaneras del Río Primero o Suquía, que permite recorrer la ciudad de una punta a otra, entre otras obras que la permiten transitar con mayor rapidez. Y si a esto se le suma la intensa actividad cultural —festival de teatro, conciertos, conferencias— realizada durante 2000, podría decirse que la ciudad ha dejado de ser, ya hace tiempo, el "claustro encerrado entre barrancas" que veía Sarmiento.

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